miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿CHASQUI o CHASQUE? Una Cuestión de Regionalismos

Para quienes hemos hecho del tradicionalismo un estudio continuo y permanente de los disímiles aspectos que hacen a la cultura nativa -esa que tiene en el gaucho el epicentro de sus sucesos-, es cosa sabida que la amplitud y diversidad de nuestra geografía Patria, ha brindado la posibilidad para que un mismo hecho se designe de distinto modo en lugares distantes (p. ej. el artesano del cuero es “soguero” en la región pampa y “guasquero” en el litoral); o que una misma pilcha adquiera formas distintas de un lugar a otro por las necesidades del terreno (p. ej. el liso recado de la llanura, y el de alto arzón trasero del hombre cordillerano; o el estribo abierto del primero, y el de embocadura cubierta del segundo); o que una misma danza asuma variables vaivenes de acuerdo a la zona en que se la practique (p. ej. el malambo rítmico y vivaz en un paisano del norte, se transforma en silente y cadencioso cuando lo interpreta uno de la llanura).
Y a esta dicotomía, que podríamos seguir enumerando en extensa lista, centralizaremos para el presente, en el sonido fonético de la palabra que designó desde antiguo en nuestro amplio territorio, al portador de mensajes, concretamente nos referimos a las voces “Chasqui” y “Chasque”, haciendo hincapié que en la amplia región del litoral y la llanura ha sido la segunda expresión la más difundida y utilizada por el pueblo.
No hay dudas que la expresión “chasque”, tiene su origen en la palabra “chasqui” de la lengua quichua, donde con dicha voz se designaba al individuo que llevaba mensajes, desplazándose a pie, quien después de cierto tramo entregaba el mensaje a otro correo en una verdadera carrera de postas, cubriendo así, con rapidez, grandes distancias, y constituyendo el más importante sistema de correspondencia en el vasto territorio del imperio incaico. Esto en cuanto al significado de la voz.
Respecto de su grafía y fonética, dice don Domingo Bravo en su libro “El Quichua en el Martín Fierro” (1968), que el quichua peruano lo registra como chaski y los quichuas ecuatorianos y santiagueño como chasqui, y de la misma manera lo registra el Diccionario de la Real Academia, dándola como “voz propia del Perú”.
Por otra parte, hemos comprobado que cualquier diccionario enciclopédico de uso familiar, contiene las dos expresiones “chasqui” y “chasque”, bajo la denominación de “americanismo”, refiriendo en la primera, la definición de “mensajero”.
Ahora bien, el “Diccionario de Argentinismos” de Diego Abad de Santillán, aclara: “Chasque: m. Del quichua chasqui, correo, mensajero. ‘Chasque’ es la forma castellanizada y la más corriente en el litoral. Durante las luchas de la independencia se aplicó este nombre al jinete encargado de llevar comunicaciones urgentes. Generalizado su uso, se empleó en la vida civil y especialmente en la rural, para designar a toda persona que llevaba un mensaje, a caballo, reemplazando en el uso a lo que se decía ‘un propio’. Por extensión suele usarse también la voz en la acepción de mensaje: ‘me mandas un chasque’, por decir una esquela, unas líneas, un mensaje.”
Volviendo al quichua recordemos, que su área de dispersión dentro de las fronteras de nuestro país, se extendió por las actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Córdoba y Santiago del Estero, y que unas cuantas voces pasaron a engrosar el habla de los argentinos siendo en la actualidad de uso corriente, como p. ej.: cancha, chacra, chaucha, china, pucho, pampa.
Ahora bien, algunas voces quichuas que se incorporaron al uso diario, sufrieron un inconsciente proceso de ‘castellanización’ más que nada, por razones de comodidad fonética, y si bien no quizás de un modo uniforme en todo el país, si al menos en algunas regiones. En este punto, y ante cualquier eventualidad, damos por sentado el reconocimiento de distintas regiones, visibles desde ya por la propiedad de usos y costumbres característicos.
Brevemente fundamentaremos lo anterior, recurriendo a la cita de una docena de testimonios, principalmente del Siglo XIX, y a algunos autores a los que no se podrá tildar de ‘ligeros folcloristas’ creadores de infundados neologismos.
Intentaremos llevar los ejemplos con un mediano orden cronológico.

1º) Principiaremos por Jorge B. Rivera, quien en su libro “La Primitiva Literatura Gauchesca” (1968), recoge a página 67, las quintillas de José Prego de Oliver -estimadas de 1798-, y en ellas, más precisamente en la número 17, expresa: “O que despachase un chasque”. Página seguida, al desarrollar notas explicativas del texto, dice al respecto que: “Chasque era el jinete que recorría grandes distancias como correo, llevando cartas, pliegos, gacetas y partes militares”; como se aprecia, no trae a colación la expresión con fonética quichua.
2º) Alvaro M. Martínez en página 30 de su “San Carlos de Bolivar” (1966), al transcribir textos del diario de viaje que durante la expedición a las Salinas Grandes llevara el Cnel. Pedro Andrés García, refiere éste que el 3 de noviembre de 1810: “Enseguida llegaron varios enviados de los caciques de Salinas, manifestando que Lincon había despachado chasques a todos los caciques de la comarca,...”
3º) En un folleto en verso fechado en 1825, anónimo, y que recoge Félix Weinberg en página 107 del libro “Trayectoria de la Poesía Gauchesca” (1977), se puede leer como nota introductoria que hizo su desconocido autor: “Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con el señor Ramón Contreras, en la que detalla el primero las batallas de Lima y Alto Perú, como asimismo las de la Banda Oriental, habiendo estado cerca de ambos gobiernos con el carácter de comisionado y ahora acaba de llegar de chasque del Sarandi”.
4º) De la correspondencia cursada por el Brigadier Estanislao López, traemos a colación la carta que en mayo de 1835 remitiera a Juan Manuel de Rosas, con motivo de desvirtuar las sospechas que pretendían vincularlo a la tragedia de Barranca Yaco: “Ninguna relación había tenido yo con don Pancho Reinafé que mereciese la pena de ocuparse de una correspondencia, y ella es que, poco antes y después de la desgracia del general Quiroga, ese hombre me mandó un diluvio de chasques seguidos, y casi todos ellos tan sin asunto que ni contestación exigían.”
El historiador Antonio Zinny en su libro “Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentinas” hace alusión a dicha carta, que vuelve a reproducir Félix Luna en la página 126 de “Estanislao López”, libro integrante de una colección que dirigiera para Editorial Planeta.
5º) El 29 de marzo de 1841, el Cnel. Pedro Rosas y Belgrano escribe: “Más como con fecha 13 del corriente se les entregaron y marcharon los chasques enviados por el Cacique Painé con la primer remesa de dos mil cabezas que S.E. les había ofrecido”; tres veces más repite en la misma carta la voz en cuestión, y resulta una palabra bastante usada en su correspondencia oficial. Esto se puede apreciar leyendo “Pedro Rosas y Belgrano, el hijo del General” (1973), de Rafael Darío Capdevila.
6º) Continuamos refiriendo que el muy versado en temas rurales don Juan Manuel de Rosas -dejemos a un lado la política-, en la muy minuciosa “Administración de Estancias y Demás Establecimientos de la Campaña de Buenos Aires” (1856), al referirse al cuidado del yeguarizo, dice: “Los caballos que deje un chasque deben atarse en lugar seguro...”.
7º) Don Justo P. Sáenz (h), quizás uno de los más interesantes estudiosos de lo gaucho que vio el pasado siglo, en el mes de agosto de 1954, publicó en la Revista Raza Criollo, bajo el título de “El caso del Chasque Acosta”, la transcripción de una nota periodística sin firma, aparecida en el diario “El Nacional” del 4 de julio de1856, en la que se relatan las peripecias de un intento de colonización a siete leguas de Bahía Blanca, la que en su segundo párrafo reza: “No hace aún un mes que los indios han muerto y cautivado cuatro hombres que salieron de aquí, de chasques para Buenos Aires y en que iba el pobre moreno Acosta a quien dicen que han muerto tomando prisionero a los otros. Este Acosta fue el primer chasque que...”
El texto continúa narrando los sucesos, pero al hacer Sáenz una interrupción para clarificar el tema, acude a Alfredo Ebelot (1839/1920), quien sobre el particular expresó en su libro “La Pampa” (1890): “No todos los chasques mueren degollados. Algunos perecen de sed.”
8º) En el diario “La Tribuna” del 26 de noviembre de1861, con motivo de la Batalla de Cañada de Gómez, se publica una carta donde se lee: “Hay muchos jefes y oficiales muertos y prisioneros y si ocurres al Ministro, él podría mostrarte la gran lista que por este mismo chasque le remiten...”; la misiva está fecha en Rosario, tres días antes, y va dirigida de Ricardo a Mariano. Se encuentra citada en un artículo del ya aludido Sáenz publicado en La Nación en agosto de 1966.
9º) Don José Hernández, en su siempre potable “Martín Fierro”, utiliza una vez la voz de marras, poniéndola en boca del Sargento Cruz, más precisamente en el Canto X (verso 1795, estrofa 19), cuando relatando sus penurias, canta: “A cada rato de chasque / me hacía dir a gran distancia.”
10º) En el diario La Prensa, con fecha 27 de abril y 4 de mayo de 1883, aparecen las noticias que brinda un corresponsal, con motivo de algunas zozobras vividas en el interior porteño, y así en la primera se lee “...desprendiendo chasques a las poblaciones en busca de baqueanos...”, e informa la restante: “No me detuve en Trenque-Lauquen a hacer chasques para pedir baqueanos...” tal cual lo hemos apreciado en el libro “Estancias Viejas” (Cap. XIX), de Don Carlos Antonio Moncaut.
11º) Don Martiniano Leguizamón, erudito entrerriano en cuestiones de cultura nativa, incluye en su libro “Recuerdos de la Tierra” (1896), un memorioso trabajo en el que evoca la figura y personalidad de un mensajero que conoció de niño; y a pesar de iniciar el primer párrafo diciendo “Fue tal vez el último representante en mi tierra de aquellos ágiles correístas que los Incas tenían apostados hasta en los más alejados confines de su vasto imperio...”, no le tiembla la mano al momento de bautizar su escrito y lo titula “El Chasque”.
12º) Por último, abordemos el libro de mayor difusión entre los curioso del costumbrismo, me refiero a “Vocabulario y Refranero Criollo” (1945), de Tito Saubidet, y allí registra su autor las dos formas de la expresión, apareciendo primero por una cuestión alfabética chasque definida como “Del quichua chasqui. Correo de urgencia y de a caballo”, luego “chasqui” referenciando a chasque para encontrar el significado. ¿Queda claro cual era la voz más usada para este investigador?
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Creemos con lo expuesto, haber fundamentado lo suficiente la difusión de la expresión de origen quichua, castellanizada a chasque en la amplitud de las regiones litoral y pampeana; pero como las comunidades no se atan ni obligan a los dictados de una gramática o academia, dejamos abierta la posibilidad de que haya quienes la puedan pronunciar en el sonido original, sobre todo teniendo en cuenta la gran inmigración interna del noroeste hacia la pampa.
Por último, intentando un broche para cierre de este breve comentario, digamos que dentro de la variedad de rebenques que reconoce la usanza gaucha, existe uno de cabo hueco, utilizado como lugar de resguardo y seguro ocultamiento para el transporte de mensajes secretos o muy reservados; a los mismos se los reconoce, se los clasifica y se los exhibe en los museos como “Rebenque Chasquero”, lo que de por si hace derivar la expresión de la voz chasque, pues de derivar de “chasqui” la denominación hubiese sido “Rebenque Chasquiro”; ¿...o me equivoco?
La Plata, 19 de Julio de 1996

Nota: tómese por bibliografía los títulos mencionados en el texto.



(Publicado en el Nº 72 de "El Tradicional")

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