jueves, 25 de mayo de 2017

ASTILLAS DE WENCESLAO (Charla 8)

AM 1520 Radio Chascomús – Audición “CAMPO AFUERA”
Micro N° 8 – 24/05/2017

Antes de salir “campo afuera” pa’ poder tender la vista mirando lejos, dende’l banco chueco en el que estoy sentao, vamos a ver si le arrimamos al fogón de los versos, unas “astillas de Wenceslao”.

Casualmente nos toca hacer este comentario casi en el día del nacimiento de Wenceslao, por lo que debemos comenzar por decir que mañana cumpliría 109 años.
Muy someramente vamos a desandar el trillo de las creencias, la religiosidad, la fe del poeta.
Desde lo personal siempre anidaron en mí las dudas respecto de la religiosidad del gaucho; éste supo de Dios y lo respetó, pero fue poco afecto a los ritos de la iglesia; no obstante en cada rancho por lo general no faltaba una imagen de la Virgen, aunque la atención del rezo -cuando se lo conocía-, era éste patrimonio de las mujeres de la casa; y cuando por casualidad se asistía a una parroquia, a no ser por el casamiento o un bautismo, ingresaban las mujeres y el hombre esperaba afuera que terminara el oficio.
Más allá de lo referido, el hombre practicaba ciertos formulismos, como persignarse ante una tumba, o expresar “Dios lo ampare” ante un muerto o alguien que se “desgració”, o aquella rutina presentada con sentimiento cuando un niño ante el abuelo o una persona mayor y de respeto, hincándose le pedía “La bendición, Tata”, recibiendo por respuesta. “Dios lo haga güeno”.
A estos ritos se limitaba, a mi entender, la religiosidad del gaucho.
Creo que con Wenceslao pasaba lo mismo, pero siendo éste un poeta de fina inspiración lo reflejó en versos profundos y sentidos.
Uno de ellos es “Me Visitó la Virgen”, delicadísimos ocho cuartetos alejandrinos (o sea de 14 sílabas, el verso más largo), donde casi que hincado canta a esa supuesta aparición milagrosa, y dice que al verla se “santiguó”, y que después, en señal de respeto y admiración  “me puse pa’adorarla el chiripa más nuevo, / y mozo por ajuera y por adentro niño / la contemplé con todo mi proverbial respeto. // Qué linda estaba, llena de celestial belleza…”, y cuenta que después de esa visita, “…sin saber la causa me siento más contento…”.
Otro verso muy puntual como el recién mencionado, es el que titula “La Misa” dentro de la obra “Diez Años Sobre El Recao”. En él nos cuenta que estaba en pareja con una entrerriana, y que en una ocasión al llegar al rancho, ella le avisa: “Compañero, viene un hijo / a alegrar el rancho suyo…” y le comenta que le ha prometido a la Virgen “Ir los dos, mañana, a misa…”, y él consiente diciendo “…Si el moro quiere que usté / se le siente sobre’l anca…”.
Al otro día, cumpliendo con lo prometido nos cuenta: “La misa había empezao / y tal silencio reinaba, / que se óia si se cortaba / una tela en el quinchao; / busqué un rincón apartao / pa’ hincarme con mi entrerriana. / Blanca melena lozana / el sacerdote lucía / y el chiripá se le vía  / al abrirse la sotana.”. Agudo detalle describe: el cura estaba de chiripá.

Cerrando este aspecto, y como homenaje al amigo Manuel Rodríguez que está cumpliendo 93 años y siempre tuvo este poema en su repertorio, nos vamos con los versos de “Ruego”:

(Los versos de RUEGO se pueden leer en el blog "Antología de Versos Camperos")

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