domingo, 8 de octubre de 2017

DILIGENCIA

LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 46 – 08/10/2017
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.

Con el nombre de diligencia, galera o mensajería se conoció en el Siglo 19 a los grandes vehículos que tirados por muchos caballos, transportando pasajeros, correspondencia y encomiendas, realizaban verdaderas travesías en los dilatados llanos de nuestra campaña, pero así también, hacia los cuatro puntos poblados del país de entonces.
Parodiando los viajes marinos de las carabelas de los primeros conquistadores, bien podemos afirmar que eran esas diligencias, atrevidas carabelas en las arriesgadas travesías pampeanas.
Para aquellos que nunca vieron uno de estos vehículos, les decimos que son los mismos que aparecen en las películas y series que refieren a la vieja vida del oeste norteamericano. Esto es tan así, que hacia la mitad del Siglo 19, el emprendedor riojano Timoteo Cristobal Gordillo, fletó en EE.UU. “tres buques (de 500 toneladas cada uno), cargados con instrumentos de agricultura, maquinarias, dos molinos, cien carruajes, ciento cincuenta carros de cuatro ruedas y de elásticos, los primeros de esta clase que se introdujeron en el país”.
Con estas diligencias fundó la Empresa “Mensajerías Argentinas”, con la que abrió rumbos y caminos.
Dice Enrique Rapela, que con caminos en buen estado y buen tiempo, llegaban a recorrer 16 leguas por día, o sea, unos 80 kilómetros. Debemos valorar aquello y decir que era todo una hazaña. En dicho recorrido, más o menos cada 4 leguas (dependía del tipo de geografía por la que iba el camino), había una posta, donde se mudaban los caballos y los pasajeros podían estirar las piernas y reponerse de los sacudones del viaje, como también comer o tomar algo.
La galera iba al mando del mayoral, y cada posta respondía a las órdenes de un maestro de posta.
En cuanto a la atada del vehículo, no había una sola forma, y más vale se la acomodaba a la necesidad del viaje. Por ejemplo, el dolorense Ambrosio Althaparro nos cuenta como él lo vio: “seis caballos atados al tronco como en abanico, y además, el montado y ladero de cuatro postillones, eran los catorce animales que se mudaban en pocos minutos”; Luis Cané, en una poesía nos dice que son doce, y Juan Ambrosetti, relata que “se atan 9 animales: dos tronqueros, tres al pecho delante de ellos, y 4 cincheros, dos de cada lado”.
En cuanto al pasaje iba de 10 a 16 personas, y como dijo don Carlos Moncaut, la galera era un ámbito unificador de niveles sociales, ya que podía ir el estanciero con su señora, un militar, un médico, un comerciante, un gaucho,  un cura o una paisanita que iba a la estancia donde la habían conchabado, etc., sufriendo todos idéntico calvario de sacudones y apretujamientos.
Si nombramos a Gordillo, también citamos a otros importantes empresarios como Juan Rusiñol y Joaquín Fillol, y recordamos algunos nombres de estas empresas: “La Pobladora”, “La Prestigiosa”, “La Argentina del Sud”, “La Brisa del Desierto” y “La Porteña”, entre muchas otras.
(Se ilustró con "La Diligencia" de Justo Olarans Chans, que se puede leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista") 

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