domingo, 8 de abril de 2018

LA ORACIÓN


LR 11 – Radio Universidad – “CANTO EN AZUL Y BLANCO”
Micro Nº 67 – 08/04/2018
Con su licencia, paisano! Acomodado en la cocina grande, junto a la ventana para tener mejor luz, mientras gustamos un mate, vamos a ver si compartimos “Decires de la campaña”.
En nuestra campaña bonaerense -o porteña como se decía antiguamente-, se han usado y han perdurado unas cuantas voces que tienen que ver con el culto religioso católico, aunque desde mi punto de vista opino que el gaucho era pagano en sus creencias, en las que se mezclaban y acomodaba a su gusto, rituales religiosos.
Así, el saludo al llegar a un rancho, sin desmontar del caballo, era dar el grito de “¡Ave María!”, que si era respondido con un “¡Sin pecao es concebido!”, significaba que era bien recibido y podía apearse; o aquel otro, de pedir la bendición al más viejo de la casa, sobre todo por los más chicos: “¡La bendición, Tatita”, que era contestado a veces con un “¡Dios lo haga güeno, m’hijo!”.
Entre esos ritos está el de hablar de ese momento del día al que la gente grande aún hoy, llama “la oración” o “a la oración”, que es la hora del atardecer, el momento en que está cayendo “el alazán” al decir de los gauchos viejos llamando así al sol. O sea: a la entrada del sol.
A veces, según la altura del año, ese hora puede ser las 18 (invierno) y otras las 19 o 19.30 (verano).
Para la iglesia es la llamada “hora del angelus”, y ésto probablemente tuvo su origen en el primer tercio de la centuria del 1300, por la ordenanza del Papa Juan XXIII, que recomendaba que el rezo del Ave María fuese fielmente observado al oscurecer.
Con absoluta seguridad que el gaucho nada supo de esto, pero sí perduró en él, denominar “la oración” a ese momento del día.
Por lo que hace a nuestras cosas, es importante leer lo que dice Francisco Castro en su “Vocabulario de Martín Fierro”: es el “Crepúsculo vespertino. Espacio de tiempo que transcurre entre el momento de ponerse el sol y la oscuridad de la noche, denominado “oración” por tocarse en las iglesias las campanas para que los fieles recen la salutación del Ángel a la Virgen, cuando le anunció la concepción del verbo”.
Hurgando en la religión, antiguamente al día se los dividía en 8 períodos de 3 horas cada uno, llamados ‘horas canónicas’, que se dividían a su vez en dos grupos: horas mayores y menores, las primeras eran tres con obligación de acudir a la iglesia y rezar; una de esas era la octava o de las vísperas: tras la puesta del sol, habitualmente sobre las 18:00 después del Ángelus en tiempo ordinario”.
Nuestro siempre citado Artemio Arán, poetizó sobre esa hora: “Cómo cóndor mal herido, va aleteando lento el sol y se tiñe de arrebol el cielo semidormido. ¡Todo se torna agobiante cuando empieza a anochecer!”.
Recurrimos ahora a la inspiración del poeta de Lezama, Don Pedro Boloqui, y de él compartimos las cuatro décimas de “La Oración”:
(Los versos se pueden leer en el blog "Poesía Gauchesca y Nativista")

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